martes, 28 de diciembre de 2010

Tanto ayer como hoy

Por fea costumbre, tengo el dormirme todas las noches mientras escucho el programa deportivo nocturno de la radio, y el dejarme ésta toda la noche encendida hasta que los programas de la mañana me despiertan, bien temprano, informándome de las noticias, últimamente siempre malas, siendo pocas las buenas. Sin embargo, esta mañana una noticia en especial me ha cabreado, pero no me ha sorprendido para nada, aunque ello escandalice a más de un acomplejado que cree vivir en un mundo propio del universo de Bambi.

Y es que nada más levantarse uno, vestirse y salir del baño para ir a desayunar, le dan náuseas y volver al cuarto de baño para vomitar después de lo que el aparato lanza a viva voz. La noticia en cuestión: una niña de apenas 14 años ha sido prostituida al parecer por sus padres. Si de entrada es vomitivo el asunto, más aún o igual lo son los casos de pederastia y pornografía infantil de los que cada semana informa el telediario al mediodía, -que manda narices- y que uno tiene el suficiente tiento para nada más ficharlos en los titulares cambiar de canal una vez aparece desglosada la noticia, para evitar cabrearse más todavía y hacer una mala digestión.

Como decía al principio, estas noticias me cabrean pero no me sorprenden, aunque haya acomplejados bambirescos, consumidores de telemierda, que digan eso de “hay que ver que en pleno siglo XXI todavía sigan pasando estas cosas”. Nunca he entendido eso de ser mejor por vivir en el siglo XXI, que otra persona que pisaba el mismo suelo que piso yo ahora, pero que vivía en el siglo XV. Estupideces como ésta las oigo todos los días. Además, nunca nadie me ha dado una opinión madura a la siguiente reflexión que hoy comparto. Si en el siglo XV los analfabetos lo eran porque no tenían posibilidad de ir en masa a la escuela por falta medios y no por ganas –más hubieran querido-, en el siglo XXI los analfabetos lo son ya que teniendo la posibilidad de ir al “cole” y al “insti”, a lo que van con desgana, creen que en Internet y en la telemierda está la verdad absoluta y lo importante.

De entrada sé que vivimos en un país repleto de analfabetos crónicos, más pendientes de creerse el ombligo de todo, que de darse cuenta qué narices pasa a su alrededor y por qué. A estos personajes que creen que son mejores por tener coche, Internet, calefacción, etc., siempre les digo que andan cojos, porque el ser humano siempre es el mismo, aunque antes hubiera ido a caballo, mandara un correo que tardaba semanas en llegar o se calentara en casa con braserillos de carbón, como todavía ocurre, por cierto, en algunos rincones de este mundo.

Precisamente, esta mañana, cuando escuchaba por la radio la noticia de la niña prostituida por sus progenitores, me vino a la mente de forma inmediata un caso parecido que si lo situáramos en un contexto atemporal, posiblemente, muchos de sus detalles coincidirían con los de este caso reciente. Pero da la casualidad de que el mismo no ocurrió en 2010, ni hace pocos años, sino a inicios del siglo XVII en un pueblecito de Jaén, donde unos padres harapientos y pobres llegaron al extremo de prostituir a una de sus hijas para poder tener qué comer ambos, en aquella España de Felipe III con sus glorias y con sus muchas miserias, a la que no sé si estamos volviendo últimamente. Quiero decir con esto que el caso de esta niña prostituida es algo que ha venido ocurriendo desde que el hombre anda por el mundo. Además, por desgracia, sigue y seguirá dándose, porque la realidad la vemos siempre desde nuestra perspectiva yanqui-europea, no dándonos cuenta de que estos casos los tenemos a montones en países del lejano Oriente, por ejemplo. Pero claro, como son lejanos y chinos que se las apañen y que cada palo aguante su vela.

Señores y señoras -por ser políticamente correcto- siempre digo que en la Historia lo que cambian son las formas pero no los fondos. El impulso humano que lleva a unos padres a prostituir a unos hijos para ganar dinero para comer o lo que sea, me da igual, es el mismo que había hace quinientos años que ahora. Si cambiamos de situación y nos vamos a los malos tratos del hombre sobre la mujer, les invito a esos acomplejados analfabetos a que visiten los archivos y se lean, si saben leer, algunos expedientes de divorcio o separación matrimonial por esa causa, y me digan si los guantazos del siglo XVIII son iguales o no, duelen más o menos que los que han oído dar por parte del marido de su vecina a ésta. A lo mejor me sorprenden y da la casualidad de que el marido dieciochesco era un machista redomado y el de ahora no, porque como somos mejores que nuestros abuelos y antepasados por vivir en el siglo XXI… Menuda idiotez.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Cartas de horro

Según el Tesoro de la Lengua Castellana o Española (1611), de Sebastián de Covarrubias, las cartas de horro eran aquellos documentos escritos que se daban a los esclavos haciéndolos libres. Asímismo según Covarrubias, darle a uno carta de horro vale, por alusión, despedirle de su amistad.

La primera vez que tuve en mis manos una carta de horro fue hace unos años, a raíz de unas investigaciones genealógicas que realizaba en el municipio de Torredonjimeno (Jaén). De la misma tuve noticia por un hecho curioso hallado en una partida bautismal de la que algún día hablaré. Dicha carta de horro se encontraba dentro de un legajo de protocolos notariales y en la misma un capitán español de los Tercios de Flandes liberaba a un esclavo berberisco capturado en un rifirafe de la armada hispano-lusa en Berbería en el primer tercio del siglo XVII.

Después de varios años, en que me insistían algunos amigos en que tuviera un blog particular donde dijera lo que me apeteciera, finalmente me he decido. Quizás siga con él o lo deje, pero de momento aquí está ya.

Mi objetivo con este blog es tener en él plena libertad para tratar los temas que me preocupan y de los que quiero hablar. Espero poder hacerlo cuanto pueda y el tiempo me permita, porque como dice mi amigo y pariente Juan Barba, voy necesitando días con 48 horas, últimamente. Tal vez lo que en este blog diga podrá gustar, disgustar, agradar o cabrear a muchos. Mi intención no es convecer con mis palabras a nadie sino dar mi punto de vista. Como los esclavos que eran liberados por las cartas de horro, yo no estoy sujeto a nada, camino sólo, y eso me permite no deber nada a nadie, elegirme los amigos que yo quiero, dar la mano a quien se la quiero dar y no tener a gente que me diga lo que tengo que hacer a cada instante, ya que para suerte o desgracia mis aciertos o errores son míos.

Espero que os guste esta nueva aventura.