sábado, 26 de julio de 2014

Historias de Casimirillo

Pongamos que se llama Casimiro, nombre godo ya algo retro, aunque para todos, amigos y paisanos, es Casimirillo. Desde que era pequeño había aprendido mucho de las historias que su abuelo materno le había contado. Historias sobre la propia vida de éste, sus vivencias, su duro trabajo en las faenas del campo, los quebrantos durante la guerra, sus viajes y otro sin fin de temas más. Quizás ese gusto por escuchar y conocer la memoria de sus mayores, le sirvió para ser un fuera de serie en la asignatura de Ciencias Sociales e Historia, mientras estuvo en el “cole” y luego en el “insti”. En los mismos se fue forjando un futuro estudiante que no dudó un instante en realizar la carrera de Historia, una vez decidió ingresar en la universidad, magno lugar donde fue perfeccionando su formación.

Casimirillo es joven todavía, además de un gran lector, no sólo de libros de Historia, los cuales ocupan una buena parte de su extensa biblioteca particular, sino también de novelas, ya sean de históricas, suspense o negra, su preferida. Con todo su afán por la lectura no queda ahí, ya que de vez en cuando suele leer poesía, algún que otro capítulo de un libro de pensamiento, o cualquier otra cosa que llegue a sus manos sin distinguir entre ciencia, humanidades o el manual de instrucciones de su nueva televisión. De hecho, ahora mismo está leyéndose un interesante libro sobre la psicología el miedo. Es posible que dicho libro únicamente le sirva sólo para ampliar su conocimiento, y que el mismo no acabe referenciado en la bibliografía de la tesis doctoral que está apunto de terminar y que la trae por la calle de la amargura. Por cierto el título de dicha tesis es “Emigración española a México durante la Posguerra”, o algo por el estilo.

Con todo, aunque nunca recibió un duro en becas del erario público para financiar sus estudios, por eso de que su padre al ser herrero y autónomo era un aspirante a ricachón, pese a vivir de los escasos encargos que le llegaban, Casimirillo logró salir adelante en sus estudios. Su pasión por la historia de su pueblo, heredada de esas historias de su abuelo, le había llevado con gusto a quemarse los ojos durante horas y horas en los archivos buscando datos sobre la historia del mismo. En su modesto despacho contaba con fichas y fichas de anotaciones en esos archivos. Fichas que puestas en común le habían llevado a escribir unos cuantos artículos y a participar en algún que otro congreso internacional, donde ingleses, belgas e italianos, habían admirado su erudición, pero sobre todo habían situado su pueblo en el mapa. A pesar de todo, Casimirillo se encontraba mendigando trabajo, puesto que las puertas universitarias estaban cerradas para él, conformándose con alguna que otra clase en un colegio privado, única salida posible relacionada con su campo de conocimiento, ya que las oposiciones eran un mundo inhóspito y cruel para él.

Un buen día, el alcalde del pueblo vecino al suyo, se acordó de Casimirillo. El primer edil había escuchado una charla de nuestro historiador, y creía que éste era la persona más apropiada para organizarle unas jornadas históricas locales sobre su municipio, y así acallar a los concejales de la oposición, quejosos de que el alcalde no hacía nada en materia de cultura. Entusiasmado Casimirillo se puso manos a la obra. Todo sea por recuperar la memoria de dicho pueblo. No hay un duro, dice el alcalde, para las jornadas ya que con esto la crisis el ayuntamiento esta tieso, bla, bla, bla. Excusas, en fin.

Llega el día de las jornadas, un evento a tres bandas donde se darán tres conferencias, una de ellas de Casimirillo, que hablará sobre cómo aparece reflejado su pueblo vecino en el Catastro de Ensenada, fuente histórica muy socorrida para los investigadores, por cierto. La asistencia a las jornadas buena, si tenemos en cuenta que están los presidentes de las asociaciones y cofradías locales, algunos miembros del partido del alcalde, un par de eruditos del pueblo, familiares del alcalde, cinco abuelos que pasaban por allí y se han metido por el fresquito del aire acondicionado, y un concejal de la oposición dispuesto a tomar nota de todo lo que pase allí. Casimirillo anda un poco quemado en los últimos días ya que se ha esforzado mucho en organizar el cotarro, invirtiendo muchas horas, y, sin embargo, se entera por la prensa de que el alcalde se ha gastado un milloncejo de las antiguas pesetas en pagar a los jóvenes del pueblo un viaje “cultural” a la playa con casi todo pagado ese día. Jóvenes que lógicamente ni están ni se les espera en las jornadas.

Comienzan las jornadas. En la presentación de las mismas intervendrá primero la joven concejala de Cultura, después Casimirillo y finalmente el alcalde, ataviado con impoluto traje gris marengo, que dará la bienvenida a los asistentes. Comienza hablando la concejala, una chavala de apenas 20 años, a la cual cuesta hablar en público y que parece no saber muy bien cómo va todo aquello, pese a ser un acto que organiza su concejalía. Mientras tanto se pregunta Casimirillo lo curioso que resulta el que casi siempre la concejalía de cultura, cae en manos del último de la lista electoral, del más tonto o tonta, con perdón, y a ser posible joven, como si la Cultura no fuera algo serio; claro, así nos va, piensa él. Seguro que alguien con las mismas cualidades, no tendría la más mínima posibilidad de ser concejal de hacienda o urbanismo. ¡Por dios, no! Pero sigamos. Tras la concejala, a continuación Casimirillo interviene explicando cómo se han organizado las jornadas, el enorme esfuerzo que ello le ha llevado, y cómo van a transcurrir las mismas. Finalmente, toma la palabra el alcalde, tras una breve espera posando para el par de fotógrafos que han acudido a la actividad. El mismo da la bienvenida, agradece la asistencia, bla, bla, bla, pero remata su intervención con la frase: “La afición desinteresada y altruista de las personas que nos van a hablar hoy ha hecho posible este acto. Gracias Casimiro y a los demás por las historias que nos vais a contar”.

Después de lo dicho Casimirillo, a quien la sangre parece habérsele subido a la cabeza, estalla. Parece que el turno de intervenciones había terminado, pero no. Casimirillo coge el micrófono y comienza a soltar todo el veneno que ha venido gestándose dentro de él en los últimos momentos. Solamente dijo esto: 
“- Historias o historietas, puesto que al ser afición serían más bien historietas. Las aficiones es cierto que no se pagan. El otro día precisamente leí como usted soltaba seis mil eurazos a los jóvenes, que aquí no veo por cierto, para que se marchasen a la playa a disfrutar de su “afición” por las olas. A los historiadores ni un duro, es verdad, ya que no trabajan, sino que se divierten escribiendo y organizando eventos. Ellos obtienen su título por afición, trabajan y estudian por afición, no importan que inviertan las horas que sean en preparar actividades como ésta, si total el mérito luego se lo lleva el alcalde, y encima de todo ello la única que va cobrar es la señora de la limpieza, eso sí por limpiar dignamente este salón antes y después del acto que nos ocupa. Señora que a tenor de sus tres horas de trabajo son treinta euros, y ahora ve y no le pagues -Casimirillo suelta una fingida carcajada-. En el caso del historiador no pasa nada ya que trabaja de gratis, parece ser, y come y bebe de lo que la diosa Clío le da e inspira. Ser alcalde es también una afición, pero qué curioso esa sí se paga. Hoy por estar usted aquí está cobrando y encima beneficiándose del trabajo que hacen otros gratis para usted. Lo siento pero conmigo no cuente más. Casimiro se va con sus historias a otra parte”.

Anonadado el alcalde y todos los presentes, nadie era capaz de decir esta boca es mía. Después de ello Casimirillo se levantó de la mesa, cogió sus cosas y salió del salón de actos, inaugurado hace pocas semanas, yendo tras él los otros dos ponentes, personas que por compromiso con Casimirillo habían accedido a intervenir en las jornadas, a pesar de que uno se había pegado la paliza de recorrer algo más de 300 km. en coche, por supuesto gratis y por afición, sin tener en cuenta la vuelta que le esperaba ahora.

De todo este esperpento, lo más simpático de todo es que entre los asistentes nadie dio una muestra de apoyo a Casimirillo, nadie aplaudió sus palabras, nadie se avergonzó, nadie se levantó y se marchó dignamente con los tres historiadores. Bueno sí hubo uno que se alegró de las palabras del historiador, nuestro concejal de la oposición infiltrado. Lástima que viera en esas palabras un elemento de desgaste del alcalde, nada más. Triste pero cierto.

José Carlos Gutiérrez Pérez