De errores y topicazos históricos está
lleno el amplio espectro del patrimonio histórico-artístico
español, y podríamos atrevernos a decir que mundial. No es
necesario que nos vayamos a lugares recónditos de la geografía del
Santo Reino de Jaén, en nuestro caso, para buscar algunos de esos
ejemplos, donde la leyenda, la tradición o la invención literaria
han jugado un papel importante al más puro estilo del conocido best
seller “El Código Da Vinci”, de D. Brown.
En este sentido, citemos el caso de un
lugar emblemático de la ciudad de Martos como es la llamada Cruz del
Lloro, lugar en el que la tradición indica que llegó una jaula
lanzada desde la Peña de Martos en cuyo interior iban los hermanos
Carvajales, cuyo peculiar ajusticiamiento en 1312, por orden del
monarca castellano Fernando IV, acabó con la muerte de estos dos
hermanos. Según Lorenzo Morillas (1954) “en memoria de las
lágrimas derramadas por el pueblo” se dio al espacio donde
llegó la jaula el apelativo de Cruz del Lloro. Hasta aquí la
leyenda. Pero, ¿históricamente dicho episodio ocurrió de tal
manera? A nuestro juicio no.
Como toda leyenda en la que se mezclan
datos históricos con otros ficticios, el caso de la Cruz de Lloro es
más que posible que tuviera como origen algún cronicón de los que
tanto abundaron en la España medieval y moderna, sin negar que históricamente queda demostrado el ajusticiamiento y muerte de dichos en hermanos en Martos, donde recibieron sepultura. Visto esto, a qué
se debía el apelativo de “Cruz de Lloro”. En opinión del
arqueólogo franciscano Alejandro Recio, residente en Martos, la
famosa de Cruz del Lloro, compuesta por una columna coronada por una
cruz de hierro, no es más que una antigua picota o rollo situada
antaño a las afueras de Martos (hoy ya espacio urbano), donde se
ajusticiaba y exponía a los delincuentes. Según me comentaba el
Padre Recio hace años, llevaba tiempo intentando convencer a los
marteños de que la Cruz del Lloro era un cambio silábico de Cruz
del Rollo, verdadero y antiguo nombre del espacio. Pese a ello, los
vecinos de Martos siguen creyendo en su mayoría la versión
legendaria basada en la llegada de la jaula de los Carvajales hasta este lugar, la
cual, dicho sea de paso, es más atrayente pues el lloro de un pueblo
ante una injusticia regia no es lo mismo que un simple rollo o
picota.
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Cruz del Lloro (Martos), dibujada por Gustavo Doré en el s. XIX. |
Al hilo de todo esto, en nuestro afán
también por dar a conocer y resolver muchos de estos errores y
topicazos históricos que para el caso encierra el valle de Otíñar
a escasos kilómetros, por cierto, de la ciudad de Martos, donde está
la Cruz del Lloro, traemos a colación en este post un nuevo error y
topicazo histórico relacionado con el valle y su pasado medieval,
como es la identificación que en muchas publicaciones se da del
castillo de Otíñar como un castillo templario.

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Muro de tapial reforzado, en el que se aprecian los mechinales para su construcción. |
Hasta aquí lo que la leyenda e
imaginación literaria cuenta. Pero, qué nos dice realmente la
Historia y la arqueología. Precisamente la faceta de Eslava Galán
como historiador, no como novelista, nos viene a decir en obras de
temática histórica, como su libro “Los Castillos de Jaén”
(1999), el verdadero origen y contexto del castillo de Otíñar, al
cual nunca se refiere como una fortaleza templaria, dicho sea de
paso. Según indica Eslava Galán en la citada obra, el castillo de
Otíñar es de origen cristiano siendo construido en la segunda mitad
del siglo XIII, sobre defensas más antiguas, pudiendo ser su
alcazarejo realizado posteriormente ya en pleno siglo XIV. De hecho
serán en este siglo XIV en el que también se creará la parroquia
rural de Otíñar, lo que denota la importancia que tenía esta
población como espacio situado en la vanguardia de la Frontera, comunicando directamente las tierras de la Campiña Sur con los pasos
serranos que iban hacia la Granada nazarí, como en este caso los de
la Cañada de la Hazadilla y el Valle del Quiebrajano. Lo dicho por
Eslava Galán viene a ser refrendado por el profesor Vicente
Salvatierra quien apunta a un origen islámico de las defensas de
Otíñar en el siglo XI (quizá antes), que se refuerzan ya en época
cristina durante el siglo XIII, una vez es conquistado el territorio
por Fernando III (Salvatierra Cuenca, V., ed.: Guía Arqueológica
de la Campiña de Jaén, 1995, p. 147).
Aparte de lo ya expuesto, qué más
argumentos nos sirven para demostrar que el castillo de Otíñar no
es ni fue templario. Pues evidentemente la ausencia de posesiones en las
tierras del antiguo reino de Jaén de esta orden religioso-militar
fundada a inicios del siglo XII. Aunque los templarios llegaron a
pisar tierras giennenses durante la conocida batalla de las Navas de
Tolosa (1212), dicha orden no estuvo entre las premiadas con tierras
por los reyes castellanos en agradecimiento por la conquista del
Valle del Guadalquivir, cosa que si recibieron otras, como las
hispánicas de Calatrava o Santiago, más activas en dicha empresa.
Precisamente, la de Calatrava contó con una serie de encomiendas muy
cercanas al valle de Otíñar como las
de la Peña de Martos,
Víboras, Alcaudete o Porcuna, de las cuales contamos con numerosa
documentación sobre origen y evolución durante la Baja Edad Media.
En cambio, los templarios si contaron con otras encomiendas y
fortalezas por el territorio peninsular allende Sierra Morena tanto
en el reino de Castilla (Ponferrada, Montalbán, Jerez de los
Caballeros, Caravaca, etc.) como en la Corona de Aragón (Alfambra,
Miravet, Corbins o Peñíscola, entre otros). En este sentido es
interesante el libro del ya finado medievalista Gonzalo Martínez
Díez, “Los templarios en los reinos de España” (2001), en el
cual se analiza de manera rigurosa la historia del Temple y su
presencia en la Península Ibérica, alejándose del ámbito
imaginario y esotérico en los que se envuelve a esta orden. En esa
obra, Martínez Díez viene a demostrar la inexistencia de elementos
templarios en las tierras de Jaén, siquiera tras la disolución de
la Orden en 1312, en que muchos han querido ver cómo los templarios
peninsulares, declarados inocentes (excepto en Navarra) de los
delitos supuestamente cometidos, pasaron a otras órdenes hispánicas
como la de la Calatrava o la de Montesa, lo cual nunca quedó
demostrado. En el caso de Otíñar llama también la atención, cómo
justo en el momento en que se está dando la supresión de la Orden
del Temple, en la aldea de Otíñar se está configurando una
parroquia y se está procediendo a reforzar las defensas y construir
nuevos elementos como el alcazarejo, según hemos visto, lo que
confirma más ese no origen templario.
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Torre del Homenaje del castillo de Otíñar |
En conclusión, el castillo de Otíñar
nunca fue un castillo templario pues tal denominación ha sido fruto
de la ficción literaria, que en ocasiones la imaginación popular
tiende a ir convirtiendo poco a poco en leyenda. Imaginación popular
que también en su día inventó el emplazamiento que el último
maestre templario, Jacobo de Molay, había lanzado desde la hoguera
sobre el rey francés Felipe IV y el Papa Clemente V a comparecer
ante el tribunal de Dios antes de que acabara el año 1314 y así dar
cuenta de las injusticias y crímenes que contra la Orden del Temple
habían perpetrado, dando pábulo a estos hechos las muertes primero
del Papa y luego del rey francés el mismo año de 1314. Leyenda
ésta, por cierto, muy parecida al emplazamiento ante el tribunal de
Dios del rey castellano Fernando IV, por parte precisamente de los
hermanos Alfonso y Pedro Carvajal, mandados ajusticiar por el rey en
Martos, como hemos visto al principio, los cuales, dice la leyenda,
habían pronosticado la muerte del rey al cabo del mes de su
ajusticiamiento, lo que ocurrió en Jaén precisamente un 7 de
septiembre de 1312.
José Carlos Gutiérrez Pérez
Cuanta gente se toma lo que dice esa ficción literaria totalmente en serio... como lo de la "venus magdaleniense" del abrigo del toril... Y ¡ay de quien se atreva a rebatirselo! se ponen hechos una furia
ResponderEliminarAsí es Paco yo he llegado hasta escuchar que cerro Calar es un yacimiento mozárabe, que una de las torres de Cerro Veleta era un crematorio, y así muchas más...
EliminarSí, conocía la teoría del geólogo que dice lo del crematorio, otra barbaridad... Demasiada gente hoy en día no quiere escuchar lo que le diga un historiador que se acerque a los textos con la cautela y el rigor científico que merecen... ni lo que diga un arqueólogo que trabaje con una metodología bien estructurada... Parece que quieren el titular a lo grande, volvemos a una época de falsos cronicones... y eso me produce miedo y pena.
EliminarEstupendo post.
ResponderEliminarSiempre he defendido el análisis de las fuentes documento iniciales y la puesta en cuestión de la bibliografía que afirma sin contrastar con dichas fuentes.
Cómo arqueólogo no puedo quitar el valor de un trabajo arqueológico riguroso, aunque ya he visto muchas conclusiones poco rigurosas incluso referidas a Otiñar y Cerró Veleta que parten precisamente del mundo académico arqueológico.
Un saludo