“Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante”
Alejandro Casona
(1903-1965), dramaturgo español
En este nuevo post dedicado a
desmantelar ciertos errores y topicazos históricos sobre el valle de Otíñar,
nuevamente, traemos a colación la historia del valle en el siglo XX, y su
intento de manipular su memoria histórica por unos pocos. Citando a mi buen
amigo e historiador Manolo Fernández “si quieres cambiar el futuro, estudia el
pasado…, pero no me cambies el pasado, pues sería engañarnos…”, todo en pos de
una ficticia nostalgia de cualquier pasado, que como también dice Manolo
Fernández “es legítima (…) en las películas personales de cada cual (…). Pero
esa nostalgia deja de ser cosa personal, cuando afecta al presente. Y lo afecta
de muchas formas, y la principal es la evasión al pasado que ofrece,
postergando la intervención en el aquí y ahora”. En definitiva, desde la tarea
que realizamos los historiadores nuestra verdadera labor es hacer efectiva la
famosa de frase del poeta romántico inglés, Lord Byron, que dice: “El mejor profeta del futuro es el pasado”.
En el post anterior ya hablamos
de una verdadera manipulación histórica cuando por parte de la llamada
plataforma de Otíñar, se presentaba un informe a la Dirección General
de Memoria Democrática de la
Junta de Andalucía, firmado por su miembro Narciso Zafra de la Torre , en el que se venía a
decir afirmaciones quiméricas e indocumentadas, como que el que fuera
propietario de la Hacienda Santa
Cristina tuvo implicación e incluso posible autoría en el bombardeo franquista
de la ciudad de Jaén en 1937, que la denominación “Hacienda Santa Cristina” fue
un invento de dicho propietario en la posguerra, o la presencia de un supuesto
batallón o compañía en Santa Cristina tras la guerra con el objetivo de
amedrentar y atemorizar a los colonos allí residentes (véase post anterior). En
esta líneas hablaremos y seguiremos comentando el antedicho informe, en lo que
en el mismo se titula “conflicto de símbolos”, donde hace especial mención a
aspectos toponímicos y gentilicios.
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Valle de Otíñar y parajes de las Vegas Altas y Fuente de la Olivillla, desde el castillo. |
Respecto al argumento que Zafra
de la Torre
ofrece sobre el supuesto conflicto entre la comunidad campesina y la propiedad
latifundista y su reflejo en la toponimia, hay que indicar que el mismo en
muchas partes no posee rigor histórico alguno ni está contrastado con fuentes
documentales, pues sencillamente ni se citan, estando basado por lo tanto en la
opinión subjetiva que este investigador tiene sobre lo que pudo haber pasado.
Pese a no estar documentado, este tema es tomado por algunas personas, como el
presidente de la plataforma de Otíñar, Juan Carlos Roldán, como una verdad
absoluta, repitiendo la misma en diferentes medios de comunicación, lo cual
hace que dicho error o quimera se expanda aún más.
Pasando a comentar lo expuesto
por Zafra de la Torre, hay que indicar que no es cierto, como se señala
en el escrito, que en 1824 la
Corona desamortizara el paraje de Otíñar, pues queda
demostrado que este pasó a manos privadas en 1827 y no antes. No siendo cierto tampoco
que en 1845 no se cumplieran las condiciones establecidas por la Corona al fundador de Santa
Cristina, que estaban basadas en la construcción de la aldea colonial y el
establecimiento de quince familias, pues hay sobrada documentación que demuestra
que desde la década de 1830 el núcleo de Santa Cristina ya existía como tal y
estaba habitado por diferentes familias de colonos, como puede observarse en el
padrón de vecinos de Otíñar de 1840.
Asimismo la justificación que
ofrece al respecto, basada, primero en que los límites de la aldea eran los de
una propiedad latifundista, dando a entender que no se cumplió con lo
establecido con la Corona
al no constituirse una aldea libre, y segundo en que, sin embargo, sí se
convirtió en una propiedad latifundista en la cual la relación entre colonos y
propietarios era meramente contractual al arrendarse casa, tierras, etc., no
está contrastada con las fuentes y contexto histórico en que se desarrolló la
colonización del valle de Otíñar en el s. XIX, como ya comentamos en un post anterior.
Trabajos agronómicos-catastrales de 1901. Fuente: AHPJ. |
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Vegas de Otíñar y paraje de las Alcandoras. |
Tampoco tiene sentido ni está
basado en documentación alguna el argumento que se ofrece sobre cómo de una
relación contractual entre colono y fundador al poco tiempo de fundarse Santa
Cristina, pasadas dos generaciones, dicho modelo cambia debido a que los
vínculos de parentesco y vecindad otorgan a las nuevas generaciones de colonos otiñeros
derechos sobre determinadas tierras, ya no solo por contrato, sino por la
costumbre y el reconocimiento de los convecinos, lo que llevó a un conflicto
por resistirse al dominio absoluto de la propiedad sobre la tierra que duró
hasta la Guerra Civil.
Como decimos esta interpretación interesada de la Historia no se
corresponde con la realidad, pues tanto entonces como ahora los derechos sobre
el uso y disfrute de un bien arrendado se dan mientras existe una relación
contractual, la cual termina cuando una o ambas partes lo acuerdan, o se renueva
cuando ambas partes están de acuerdo en ello. Ante esto, y sumado, como
señalamos en otro post, a que en Santa Cristina se daba un modelo productivista
y lucrativo, fue muy común que muchos colonos arrendatarios o aparceros de
Santa Cristina, una vez conseguían prosperar y ganar dinero, marcharan a otros
lugares donde invertían lo ganado en tierras y casa propias, como, por ejemplo, fue el caso
muchos miembros de la familia Pareja, colonos valdepeñeros asentados en Santa
Cristina desde su fundación, los cuales pasaron a residir a Los Villares a
finales del siglo XIX, donde contaban con vínculos familiares. Igualmente
podríamos citar el caso del que fuera colono Cándido Chica Buitrago (tío
paterno de Juan A. Chica, alcalde pedáneo socialista accidental de Santa Cristina
durante la Guerra Civil ),
que en 1955 era propietario en el paraje de Puerto Alto del llamado Cortijo de
Cándido, colindante con la
Hacienda Santa Cristina. En dicho lugar este otiñero poseía una propiedad bastante amplia, con unas 103 ha. de tierra, de las que 25 eran de
olivar, 75 de pasto y 3 de pinar, además de otras 75,15 ha. de tierra de pasto
en el paraje de la Merced ,
colindante con el anterior terreno, que hoy día siguen disfrutando sus
descendientes.
En otro orden de cosas y
siguiendo con el comentario del trabajo que hace Narciso Zafra, no es cierto el
argumento y reflexión que ofrece sobre el uso de los topónimos Otíñar y Santa
Cristina, pues si bien como dice el paraje y antigua aldea se conocía y conoce
indistintamente como Otíñar o Santa Cristina, según vemos en la documentación,
el gentilicio que siempre han tenido los colonos o personas residentes en el
valle fue el de otiñeros, no siendo éste jamás sustituido por el de
santacristinenses, sencillamente porque dicho gentilicio nunca existió, ello es pura invención de Zafra de la
Torre.
En este sentido tampoco es cierto
el argumento que viene a decir que el topónimo preferido por los propietarios y
administraciones fue el de Santa Cristina, mientras que el tradicional de
Otíñar era usado por los vecinos de la aldea, siendo según Zafra de la Torre un elemento de
resistencia frente a la propiedad latifundista. No entendemos a qué se debe
dicho argumento pues desde luego no está basado en documentación alguna, ya que
ésta ofrece precisamente una realidad distinta, pues vemos que desde la
fundación de Santa Cristina hasta la actualidad los topónimos Otíñar y Santa
Cristina han venido usándose indistintamente tanto por los propietarios[1], como
por los colonos y administraciones públicas. Sirva como ejemplo un documento
dirigido por el antiguo propietario José Rodríguez de Cueto a Confederación Hidrográfica del
Guadalquivir donde hace mención a la “aldea de Otiñar” (véase post anterior).
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Recibo de 1936 firmado por el alcalde pedáneo, Manuel Sutil. |
Tampoco resulta en este sentido
un argumento de peso, el que se ofrece sobre la denominación que se daba a casas
y tierras por parte de los colonos y sus descendientes, y que a consecuencia de
ello los propietarios vieran como los derechos de apropiación y explotación de
las familias arrendatarias limitaran los suyos, pues generalmente dichas
denominaciones eran efímeras y su durabilidad empezaba y terminaba mientras las
personas arrendatarias a las que hacía referencia vivían o pasaban pocos años
de su muerte, cosa que ocurre en diferentes espacios agrícolas españoles. De hecho, si analizamos la documentación del valle desde el siglo XV podemos ver esa evolución toponímica y nominal en algunos casos se ha mantenido, en otros se ha modificado y en otros ha cambiado. Sirva
como ejemplo el caso que indica Narciso Zafra sobre la llamada “Casa de Tía
Virginia”[2], en
alusión a su tía abuela paterna Virginia Buitrago Ramírez, nombre éste que se
daba en el ámbito familiar, no aldeano, y que terminaría cuando Virginia Buitrago dejó de
residir en dicha casa. Igual ocurrió con las diferentes suertes de tierra o
espacios agrícolas donde los nombres fueron cambiando desde la fundación (según
se observa en diferentes escrituras de arrendamiento) hasta la actualidad en
que es posible que la nueva propiedad haya dado nuevos nombres a dichos
espacios, conservando otros que se han venido dando desde la fundación de Santa
Cristina, como el Hoyón, la
Rinconada , Barranco de los Neveros, etc. Asimismo, resulta
cuanto menos casi ingenuo lo apuntado por Zafra de la Torre cuando indica que como
elemento de rebeldía los otiñeros no iban, por ejemplo, a la Calle de D. Jacinto Cañada,
nº 12, sino a la Casa
de Tía Virginia. Inaudito, pues no creo que cualquier persona, antes y ahora, a
la hora de ir a casa de sus abuelos diga que va a la “Calle Nueva, nº 1” o en
una declaración de bienes señale “Casa del abuelo Francisco” en lugar de “Calle
Llana, nº 7”, como signo de rebeldía contra el sistema.
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Plano de Santa Cristina realizado en 1888. Fuente: IEG. |
Otro ejemplo de argumento erróneo históricamente que se ofrece sobre este aspecto es el que
señala que hasta 1893 las calles de Santa Cristina se llamaban San Fernando y
Virgen de las Mercedes, pasando a llamarse de calle de Don Jacinto Cañada y
Plaza de Don Juan Antonio Martínez, lo cual es falso pues si bien en 1840 la
calle principal se llamaba de San Fernando y la Plaza de la Constitución , en un
plano realizado en 1888 por el ingeniero militar Luis Berges, se indicaba que
ya entonces la calle principal era de Don Jacinto Cañada y la Plaza de Santa Cristina,
pasando ésta a estar dedicada al que fuera propietario Don Juan Antonio Martínez, seguramente tras la
muerte de éste en diciembre de 1888. Entendemos que quizá ello se deba a un lapsus. Tampoco es cierto que con ello se
intentara remarcar el dominio privado sobre espacios de supuesto uso público,
pues volvemos a reiterar que Santa Cristina surgió como una aldea colonial
privada o particular, en la cual evidentemente el nombre del callejero era puesto por la
propiedad y no por ninguna autoridad pública.
Como vemos la historia del valle de Otíñar sigue estando por escribir, pero esa historia, que sirve para conocer más y mejor su patrimonio, debe hacerse partiendo de un método y desde las fuentes documentales, principalmente, pues de lo contrario su redacción caería dentro del subjetivismo, hecho éste muy peligroso, pues la historia sería un campo abierto para la manipulación de cara a justificar un determinado interés. Ello nos devuelve a la frase de Manolo Fernández que citábamos al inicio de este post: “si quieres cambiar el futuro, estudia el pasado…, pero no me cambies el pasado, pues sería engañarnos…”.
Como vemos la historia del valle de Otíñar sigue estando por escribir, pero esa historia, que sirve para conocer más y mejor su patrimonio, debe hacerse partiendo de un método y desde las fuentes documentales, principalmente, pues de lo contrario su redacción caería dentro del subjetivismo, hecho éste muy peligroso, pues la historia sería un campo abierto para la manipulación de cara a justificar un determinado interés. Ello nos devuelve a la frase de Manolo Fernández que citábamos al inicio de este post: “si quieres cambiar el futuro, estudia el pasado…, pero no me cambies el pasado, pues sería engañarnos…”.
José Carlos Gutiérrez Pérez
[1] En la propia
hoja de servicio de José Rodríguez de Cueto se indica varias veces que se le dé
licencia por enfermedad para ir a “Otiña”. De igual forma en su acta de
defunción consta que su enterramiento debía de ser en “Otíñar”. Hoja de
Servicios de José Rodríguez de Cueto conservada en el Archivo General Militar
de Segovia.
[2] Recordar
que muchas de las referencias toponímicas que se citan aquí y que Narciso Zafra
recoge en un artículo, no son las que usaba la generalidad de los otiñeros,
sino que más bien obedecen a las que usaba su padre, D. Cándido Zafra Buitrago,
persona conocedora del valle que ayudó a Narciso en la elaboración de sus
investigaciones sobre el mismo. Ello se refleja muy bien en algunos topónimos como
“Casa de Tía Virginia” (Virginia Buitrago Ramírez, tía materna de D. Candido),
Rotura del Tío Juan María (Juan María Ramírez, familiar por línea materna de D.
Cándido), etc. Véase: Zafra de la Torre , N. (2004):
«Nombrar, apropiar. Arqueología del paisaje y toponimia en la aldea de Otíñar
(Jaén), (1300-2000 DNE)». Arqueología y
Territorio Medieval, 13.2. Jaén, pp. 23-58
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