“La herramienta básica para la manipulación de la realidad es la manipulación de las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a las personas que deben usar las palabras”. Philip K. Dick, novelista estadounidense de ciencia ficción.
Uno de los principios de todo investigador y especialmente de un historiador es analizar de forma veraz los datos que recopila para poder comprobar si éstos son ciertos o no. Y es que cuando se quiere hacer o recuperar la Historia en base a la tradición oral o la memoria de una persona, tenemos que andarnos con ciertas cautelas, pues esos testimonios deben cogerse con precaución y contrastarlos muy bien. De hecho, viene a mi mente el recuerdo de que en mi pueblo, Jamilena, los restos de unos antiguos baños, hoy ya prácticamente desaparecidos, siempre eran denominados como los baños árabes por las personas mayores, y así se transmitió a las siguientes generaciones. Una afirmación oral que, cuando fue llevada a una publicación enciclopédica de pueblos giennenses, se tomó por válida y hasta se describía el establecimiento de baños con las partes típicas de un baño de época andalusí, incluso romana. Cual fue la sorpresa que cuando un servidor hurgaba en los fondos documentales de una universidad madrileña, va y encuentra los planos de esos baños, el proyecto de realización, etc., pero no de época califal o taifa, sino más cerca en el tiempo, concretamente de la década de 1860, periodo en el que se dio un “boom” de la cultura de balneario en la provincia de Jaén. Entonces ¿por qué las personas mayores decían que eran árabes si sus propios abuelos o padres pudieron ser testigos de la construcción de esos baños? La respuesta es sencilla la memoria siempre es personal y abierta a aportaciones, mezcla de tiempos y comentarios externos, que no dudamos en que la enriquecen pero también la distorsiona.
Tal es caso que traemos a colación hoy aquí, y que nos viene a señalar uno de esos ejemplos en los que un comentario sacado de la memoria de una persona mayor, testigo incluso de los hechos, puede ser sacado de su verdadero contexto y tergiversado por terceras personas sin contrastar el mismo, siquiera documentalmente. Nos referimos a un episodio ocurrido en el valle de Otíñar en 1939, al que ya hicimos referencia en otro post anterior, y que tiene que ver con el supuesto batallón de soldados que vino a la aldea particular de Santa Cristina (Otíñar) al poco de terminar la guerra, al parecer, para someter a la población y hacerles que devolvieran las tierras que trabajaban al entonces propietario, José Rodríguez de Cueto, por entonces oficial de la Guardia Civil y del ejército franquista.
Según el informe aportado por la Plataforma de Otíñar, y realizado por Narciso Zafra de la Torre, arqueólogo de la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, a la Comisión de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía en 2016 con el objetivo de declarar la aldea de Santa Cristina como Lugar de Memoria Histórica, decía lo siguiente: “Al finalizar la guerra una compañía o un batallón (aún no se sabe) del ejército de tierra ocupa durante un tiempo la aldea. La tropa se instala en las humildes casas de los campesinos repartiendo miedo y miseria, durante un par de meses se escenifica en directo las características de la nueva situación. El amo, ya capitán de la Guardia Civil y héroe del Santuario de la Virgen de la Cabeza, toma posesión de sus antiguas propiedades y comienza las represalias, interrogatorios personales y exhaustivos dan algunos de los dirigentes de la colectiva en la cárcel, pero su principal misión era afianzar y ahondar la labor terrorista del batallón de ocupación con un objetivo que muy pronto se hizo evidente: despojar a los otiñeros de las tierras que venían cultivando desde la fundación”.
Aunque conmovedor este párrafo, cabe decir que el mismo es totalmente falso de la primera a la última sílaba. Y es que parece mentira que tales afirmaciones se realicen por un arqueólogo, como Sr. Narciso Zafra, que trabaja para la administración. Afirmaciones que no han sido contrastadas con ninguna fuente documental, que sólo viven en su imaginario entendemos, y que, desde hace un tiempo, nos llevan a poner en cuestión varios de sus trabajos relacionados con el paraje de Otíñar, véase el disparatado argumento de la supuesta repoblación navarra de la aldea medieval de Otíñar, en base a pruebas triviales. Pese a ello, no dudamos de su profesionalidad como arqueólogo prehistoriador en otras facetas, donde evidentemente no puede hacerse uso de fuentes documentales, al no existir, caso de la Prehistoria. Y es que este tema y debate creemos no es tratado de forma imparcial por dicho investigador, pues como hijo de otiñeros, parte de un rencor irracional hacia unos antiguos propietarios que supuestamente expulsaron a su familia de aquella finca y hacia la propiedad de unos terrenos cuya titularidad particular parece no ser de su gusto en vista de diferentes publicaciones y hechos ocurridos.
Pero vayamos al quid de la cuestión. Es cierto que al acabar la guerra las tropas franquistas y grupos de falangistas se dedicaron a recuperar muchos latifundios y propiedades que habían sido incautadas por el Frente Popular, desarmando para ello a los focos de resistencia, si los había, devolviéndolas a sus propietarios y encarcelando a los que las ocuparon por la fuerza o por mandato gubernativo. En el caso de Santa Cristina, a falta de más documentación, sabemos que al poco de terminar la guerra, se dirigieron hacia ella de forma esporádica algún pequeño grupo de falangistas y guardias civiles de cara a controlar la situación, y entendemos que a desarmar a las autoridades y posible población todavía leal al Frente Popular, para así evitar un foco de resistencia en la sierra.
Sin embargo, no está demostrada la presencia de un batallón o compañía, como indica Zafra de la Torre en su trabajo, quien no aporta fuente documental que verifique tal aspecto. Entendemos que la única fuente sería el testimonio oral que José Sutil señala en el documental “Otíñar, un pueblo con amo”, donde por el hilo argumental señala que tras la guerra fue a la aldea un batallón de soldados (franquistas, se entiende). Un batallón que en su camino por la sierra disparaban indiscriminadamente a las piaras de ovejas de Otíñar, hasta que este señor, por entonces joven pastor, les indicó que las mismas pertenecía a José Rodríguez de Cueto, tras los cual un capitán o sargento dio orden de no disparar. Llegados a Santa Cristina la plana mayor ocupó la casa de los dueños y los soldados un caserón, que identifican en el documental con un antiguo edificio de la vaquería (edificio que curiosamente se construyó en la década de 1950).
Igualmente, unido a esa falta de documentación, se suma el hecho de que si un batallón o una compañía marcharon a un pequeño núcleo de población como Santa Cristina de apenas 300 habitantes para controlar la situación, estamos hablando de que en ese caso se necesitó una total de 350 (batallón) o 100 hombres (compañía), para realizar dicha acción. Una fuerza desproporcionada, dicho sea de paso. Todo unido a que, según Narciso Zafra, tal presencia duró dos meses y fue mandada por José Rodríguez de Cueto con el fin de “afianzar y ahondar la labor terrorista del batallón de ocupación” y así “despojar a los otiñeros de las tierras que venían cultivando desde la fundación”. Si hubiera sido así, sería una insensatez que las nuevas autoridades franquistas destinaran tal cantidad de fuerzas durante dos meses a la sierra para someter a unos pocos labradores y jornaleros, y encima con el supuesto fin de amedrentar a éstos y despojarlos de unas tierras de las cuales no eran propietarios, sino que estaban sujetos por contratos a las mismas, salvo los años de colectivización, en que el Frente Popular las gestionó. A ello se añadiría el mantenimiento de dichos soldados durante los antedichos dos meses, tarea bastante ruinosa para el propietario.
Además, no hay documento que atestigüe, hasta el momento, que dicho batallón de soldados fuera mandado por el que fuera dueño, José Rodríguez de Cueto, con el fin de tomar la finca y someter a los colonos, según consta en los diferentes archivos generales militares (Madrid, Segovia…), tras revisar la documentación sobre las unidades estantes en Jaén pasada la contienda civil. Ello se observa igualmente en la hoja de servicios del, por entonces, capitán de la Guardia Civil, Rodríguez de Cueto, quien justo al terminar la guerra se encontraba destinado en Soria, regresando a Jaén en junio de 1939, donde fue destinado en diferentes unidades de la Guardia Civil hasta abril de 1941, desempeñando a la misma vez desde julio de 1939 hasta marzo de 1941 el cargo de Inspector de la Frontera Sur de España en La Línea de la Concepción (Cádiz).
Lo que sí puede probarse en base a las fuentes documentales, es que el 31 de marzo de 1939, un día antes de acabar oficialmente la guerra, dos falangistas de Jaén fueron a Santa Cristina y detuvieron al que fuera alcalde pedáneo y a otros vecinos, no existiendo más datos sobre presencia gubernativa, militar o policial hasta el verano de 1939, en que se produjeron más detenciones. Según testimonio oral de P.N.R.M., antiguo colono, fue testigo de una de esas detenciones, donde se detuvo a un tío suyo, negando la presencia de cualquier batallón y señalando que los detenidos, que constan en los expedientes judiciales, fueron subidos a camión y llevados a Jaén por la Guardia Civil.
Es precisamente en el análisis de los expedientes de muchos encausados tras la guerra, donde podemos ver cómo la llegada del supuesto batallón, compañía o lo que fuese a Santa Cristina y su estancia allí no tuvo lugar tras la guerra. Y es que muy posiblemente ese supuesto batallón de soldados al que se refiere José Sutil en el documental no viniera a Otíñar pasado dicho conflicto, sino durante el mismo. Son varios los testimonios de otiñeros detenidos en aquella época que vienen a señalar que entre los años 1937 y 1938 se presentaron dos grupos de milicianos, que podrían coincidir con el mentado “batallón”. El primero de ellos se correspondería con un grupo de mineros de Linares que en la primavera de 1937 incitó y participó en la destrucción de la iglesia de Santa Cristina y sus imágenes, con el apoyo de algunos otiñeros. Al parecer, por orden del Gobierno Civil, dichos mineros se instalaron en la casa que el propietario tenía en la finca, sin llegar a saquearla. El segundo fue el de un grupo de milicianos de Jaén que en el verano de 1938, tras ser incautada la citada casa por el Frente Popular, fueron a Santa Cristina a saquearla y llevarse los muebles. Vista la versión de José Sutil y contrastando los testimonios que expondremos a continuación, nos inclinamos a señalar que el famoso “batallón” pudo ser el del grupo de mineros milicianos que llegó a Santa Cristina instalándose en la casa del dueño y saqueando la iglesia, el cual en su camino pudo cometer los ataques contra el ganado al que hace referencia José Sutil.
Veamos cuáles son las pistas que no dan luz a este asunto:
1.-) Expediente de Nicolás Sabariego Ramírez, jornalero, miembro de la Sociedad de Agricultores ugetista de Otíñar. Fue detenido el 31 de marzo de 1939 por Manuel García Serrano, falangista, ingresando en la cárcel de Jaén al día siguiente. El motivo, las supuestas amenazas que Nicolás Sabariego hizo contra su padre. Fue puesto en libertad en enero de 1940.
Según testimonio de Miguel Roldán, vecino de Otíñar, tras preguntado por la Guardia Civil en 1939 sobre Nicolás Sabariego Ramírez decía: “durante el tiempo de dominación roja (…) se marchó a vivir a la casa propiedad de D. José Rodríguez de Cueto ahora que fue posterior a haberla saqueado los milicianos de Jaén, y una vez habitada por otros del mismo Pueblo”.
En el testimonio prestado en 1940 por el ayudante de Montes, Leodimes Nieto Juárez, señalaba que Nicolás no contaba con ideas políticas ni pertenecía a ningún partido, pese a que “a los trabajadores y entre ellos éste se les hacía la vida imposible si no se afiliaban a la Casa del Pueblo. Que sabe prestó algunos servicios de guardias pero si fueron con carácter forzoso puesto que el Alcalde les obligaba por turnos a hacerlas”. Ese ambiente de conflicto también se pone de manifiesto en el expediente del que fuera en la guerra alcalde pedáneo de Santa Cristina, Gabino Martínez, donde un testigo otiñero, Juan Parras Araque, señalaba que dicho alcalde “trató de poner en pugna a los vecinos para perjudicar a los elementos de derecha”.
2.-) Expediente de Nicolás Sutil Mata, labrador, miembro de la UGT desde febrero de 1936. Acusado de la destrucción de imágenes y de la ermita-iglesia de Santa Cristina y de participar como escopetero en tareas de vigilancia de Otíñar. En su declaración señalaba que el día de dicha destrucción, venía de su huerta y “vio los restos de las imágenes que se quemaban preguntando que qué lumbre era aquella, contestandoles que unos mineros habían asaltado la Ermita y había quemado las imágenes”.
3.-) Expediente de Ángel Chica Ortega y Nicolás Chica Buitrago, jornaleros, detenidos en el verano de 1939. En el primer testimonio de Ángel Chica éste manifiesta que en abril de 1937 “llegaron de Jaén varios individuos y le obligaron a que saquearan la Iglesia y destrozaran sus imágenes, y el que dice sacó de su trono al Santo Cristo y lo arrojó a la calle y allí todos los individuos que se encontraban lo destrozaron, y Nicolás Chica Buitrago con un hacha lo destrozó llevandose las astillas a su casa y las empleó para hacer de comer”. Según Nicolás Chica en abril de 1937 “se presentaron en Otiñar un camión de milicianos de Jaén los cuales procedieron a hacer una hoguera con todas las imágenes sin que interviniera ningún individuo del pueblo”. Según testimonio de Nicolás Sutil Mata en dicha fecha “fue destruida la iglesia y todas las imágenes de la misma del pueblo de Otíñar pero sin que en este hecho tuviese participación alguna el declarante pues se realizó entre un grupo de milicianos que llegaron de Jaén y la gente joven del pueblo, de los que el declarante en este momento no recuerda a ninguno”.
4.-) Expediente de Juan Antonio Chica Rodríguez, jornalero, líder socialista y alcalde accidental de Santa Cristina. En dicho expediente consta la declaración del que fuera durante la guerra civil alcalde pedáneo socialista de Santa Cristina, Manuel Sutil Mata, por entonces preso, quien señala que Juan Antonio Chica no tomó parte “en el registro saqueo de la casa del Sr. Rodríguez de Cueto pues fue que primeramente unos mineros procedentes de Linares se instalaron en dicha casa autorizados por el Gobernador de Jaén sin llevar a cabo el saqueo de la misma, posteriormente se incautó de ella el Frente Popular de Jaén, el cual la saqueó llevandose dos camiones de muebles los cuales fueron traidos a Jaén afirmando que los vecinos del pueblo no tomaron parte en dicho saqueo”.
A modo de conclusión, cabe decir que, a todo lo dicho anteriormente, hay que añadirle un capítulo aparte. Nos referimos a cómo tal episodio del supuesto batallón franquista que llega a Otíñar a devolver las tierras al dueño y llevar a cabo una labor terrorista contra los colonos arrendatarios, pese a demostrarse que no está sujeto a hechos objetivos, el mismo ha sido usado para intentar declarar la aldea de Santa Cristina como Lugar de Memoria Histórica y como argumento sobre el que pivota el famoso documental promovido por la plataforma de Otíñar, dirigida por el actual vicepresidente de la Memoria Histórica de Jaén, Juan Carlos Roldán. Frente a un debate sosegado y sin revanchismos de la Historia asistimos a cómo una vez más se intentan colar argumentos manipulados o directamente falsos en la mente de la ciudadanía, y en este caso con unos fines muy concretos. Si bien cuando se intentó la declaración de Lugar de Memoria Histórica, ese argumento junto al resto fueron tumbados por la Comisión de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía; en el momento del documental, no sujeto en su conjunto al análisis de ningún experto, sirvieron como "prueba" de peso, obviándose además otros hechos que aquí se han expuesto, y todo con el apoyo en metálico de la administración pública. Manda narices. Pero de todo ello y más, daremos cuenta en próximos capítulos, si es que antes no nos llaman la atención para que midamos nuestras palabras por lo aquí expuesto. Triste pero cierto.
José Carlos Gutiérrez Pérez