jueves, 8 de noviembre de 2018

Otíñar, un paraje lleno de errores y "topicazos" históricos (VII): las supuestas 242 sepulturas sin localizar

"Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo.
Puedes engañar a algunos todo el tiempo.
Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo"
Abraham Lincoln (1809-1865), 16º Presidente de EE..UU. 


Al poco de empezar el pasado puente de los Santos me desayuno un post en Facebook que se las trae y que nuevamente tiene que ver con una nueva manipulación de la historia y de la memoria del valle de Otíñar. Vaya por dios. El tema en sí es aún más miserable que en otras ocasiones, pues se intenta jugar a ser historiador/es con el fin de obtener réditos políticos, esta vez a cuenta de los difuntos enterrados en el cementerio particular de Otíñar, situado dentro de la Hacienda Santa Cristina, donde a día de hoy descansan restos mortales de los antiguos propietarios de la finca, así como los de muchos colonos y familiares que en ella vivieron.

Cementerio de Santa Cristina/Otíñar
Son relativamente recientes los argumentos de que los "malvados" propietarios, en este caso de la mentada hacienda, no dejan pasar a nadie, si quiera familiares de otiñeros allí sepultados, para ver el cementerio, especialmente en la festividad de los Santos y fieles Difuntos, y que los mismos han llegado incluso a profanar tumbas en el cementerio otiñero, a saber con qué intenciones. Argumentos falsos y que quedan en evidencia cuando cualquiera visita el cementerio esos días, aunque pese a todo hayan sido muy pocas las personas que en esos días lo han visitado este año, la mayoría visitantes sin parentesco alguno con los allí sepultados, siquiera con la antigua familia propietaria. Tales argumentos especialmente son graves, pues en el caso de la profanación de tumbas está haciendo mención a un delito, pero nos hacen pensar de la falsedad de la acusación, en base a que no son denunciados con pruebas ante las autoridades competentes. Evidentemente, con ello se intenta llegar a la sensibilidad de la gente de una manera directa con el fin de crear una opinión mediática contra algo, en este caso la familia propietaria de la Hacienda Santa Cristina, el problema está en que cuando se parte de un argumento poco contrastado o falso el recorrido es sencillamente escaso. Teniendo en presente la frase inicial de Lincoln, la Historia nos ha dado sobre esto muchos ejemplos demagógicos, véase el caso del racismo que promovía el nazismo alemán basado en la superioridad de la raza aria y la culpabilidad de los males de la Alemania de entonces a los judíos alemanes, todo falso. Finalmente, vimos lo que duró lo que iba a ser un Reich que duraría mil años, según el propio Hitler. O bien del hundimiento del acorazado norteamericano Maine en 1898 en la isla de Cuba por los propios estadounidenses con el fin de declarar la guerra a la España causante del hundimiento, para de este modo"ayudar" a los pobres insurgentes cubanos, puertorriqueños y filipinos tan necesitados del Tío Sam, según el gobierno de W. McKinley.

Lápida del cementerio de Santa Cristina/Otíñar. 
Foto tomada en 2018
Volviendo al post y posterior noticia con los que me deleitaba la plataforma de Otíñar y su presidente Juan Carlos Roldán, miembro del comité local del partido socialista de Jaén, metido a historiador, se venía a decir que en un "trabajo de investigación" llevado a cabo conjuntamente con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Jaén se había localizado en el cementerio unas 242 sepulturas, que hoy día cuando uno accede al cementerio no se ven, según la plataforma por el interés de la propiedad en hacer desaparecer las cruces o lápidas que identificaban tales tumbas. ¿Con qué fin? A saber las películas mentales de cada uno. Pero todavía no conozco a persona alguna que, salvo actos de gamberrismo, se dedique a entrar en un cementerio para cargarse cruces y lápidas con el objetivo de que los familiares de los difuntos no sepan donde están. Ello choca con que generalmente las tumbas en todo cementerio son cuidadas por estos familiares y en caso de que ello se hubiera producido de forma intencionada en el caso de Otíñar se habría denunciado hace tiempo, pero lo curioso es que nunca se hizo, hasta ahora en que intereses políticos quieren repartirse el pastel otiñero. Curioso. Pero llama la atención aún más cuando uno visita este cementerio, y ve que hay tumbas cuyos familiares han ido cuidando en los últimos años, poniendo lápidas y flores, y otras que simplemente no se identifican pues la antigua cruz de madera o hito ha desaparecido por el paso del tiempo y falta de mantenimiento, algo muy común en los cementerios españoles, especialmente con los enterramientos más antiguos (1). Vemos que Otíñar no es un caso excepcional tampoco como a veces se quiere hacer ver. Por tanto, asistimos a un nuevo episodio de manipulación.


Diligencia por la que se acuerda no declarar 
Otíñar como Lugar de Memoria Histórica 
El colmo de todo ello es que, dentro de la desinformación malintencionada que ofrece el post, se termina ofreciendo un listado de esos 242 difuntos sepultados supuestamente en dicho camposanto, y aquí es donde la desinformación y juego con los sentimientos de las personas se une con la manipulación descarada de la Historia. Tema este que no es nuevo y al que nos tiene acostumbrados la plataforma de Otíñar y su líder todopoderoso, Juan Carlos Roldán. Repasando ese listado de 242 sepulturas a modo de víctimas de una especie de fosa común de la pasada Guerra Civil como indirectamente se quiere vender esta historia, de ahí la participación de la asociación memorialista giennense, uno puede ver cómo algo no cuadra. Ya nos pasó cuando hace un par de años esta plataforma quiso declarar la aldea de Santa Cristina/Otíñar como Lugar de Memoria Histórica y la propia comisión nombrada por la Dirección General de Memoria Democrática tumbó por casi unanimidad dicho intento de declaración al no encontrar elementos de peso, sencillamente porque algunos eran falsos o inventados. Desestimación que hoy ciertos grupos políticos aún hoy no reconocen y venden lo contrario en redes sociales, documentales y medios de comunicación por el interés político que tienen en el valle de Otíñar. Henos aquí con otro caso.

Para empezar hay que decir que aquella persona que ha realizado ese listado, o bien no es historiador o si lo es realmente debería pensarse en seguir en la profesión o dedicarse a otra cosa. Esto no es una desconsideración gratuita, veamos porqué.

Cuando a finales del siglo XIX el obispado de Jaén decide crear en la iglesia de Santa Cristina/Otíñar una parroquia para que los habitantes de su entorno pudieran tener un servicio religioso regulado para una comunidad que crecía, lo hacía para que ello sirviera no sólo para los otiñeros sino también para aquellas personas que vivían en diferentes caserías y cortijos en los parajes cercanos de Mingo, Puente de la Sierra y Puerto Alto. Ello suponía  que los sacramentos principales, los cuales se registraban en los libros parroquiales (bautismo, matrimonio y sepelio), se realizaban generalmente en dicha parroquia. Por esa razón nos encontramos en los libros parroquiales de Santa Cristina no sólo a otiñeros, sino también a muchos pobladores de Puerto Alto, Puente de la Sierra, etc.

Sobre los sepelios tenemos que tener en cuenta un factor importante, estos libros sacramentales no recogían el lugar de entierro sino la ceremonia religiosa de corpore in sepulto o funeral que se realizaba al difunto antes de enterrarlo. Entierro que luego podría realizarse bien en el cementerio anejo o próximo a la parroquia, o bien en otro de un lugar más alejado. Esto ocurre hoy en día aún, no resultando extraño que una persona que fallece en la ciudad de Barcelona, se celebre su misa de entierro o funeral en el municipio barcelonés de Igualada y acabe enterrándose en Valdepeñas de Jaén. Por tanto, los libros de sepelios no nos indican lugar de enterramiento. ¿Que fuentes documentales nos permiten saber ese dato sobre el lugar de enterramiento? Pues bien, en este caso sería la propia acta de defunción del Registro Civil y el libro registro de entierros del cementerio municipal, éste último donde en ocasiones consta la situación exacta del difunto (calle, nicho, zanja, etc.).

Este trabajo previo es el que echamos de menos en este "trabajo de investigación" que ha sacado a la luz los 242 difuntos supuestamente enterrados en Otíñar. De hecho, se ve perfectamente que en lo único en que se ha basado el mismo es en contar en el libro parroquial de sepelios los registros que hay, para acabar dando de la cifra. Algo fuera de toda metodología histórica. Pero usando el contraste de fuentes documentales y cierto criterio arqueológico podemos ver como esa cifra es mucho menor haciendo un simple rastreo en dichos documentos y en el propio cementerio. Veamos algunos casos de los muchos que tendríamos que sacar de ese listado de 242 personas, en el que por cierto se da un gran número de pobladores de Puerto Alto y muchos menores fallecidos en edad prematura dada la alta mortalidad infantil que se dio en España hasta prácticamente el fin de la posguerra:

A) El primero al que nos referimos es al caso de la malagueña María Serrano Pérez, la cual se incluye como una de las personas cuya sepultura a día de hoy se encuentra desaparecida. Pues bien curiosamente dicha señora cuyo sepelio tuvo lugar en la parroquia de Santa Cristina falleció en su domicilio de la ciudad de Jaén el 23 de enero de 1899, siendo enterrada al día siguiente en el cementerio de Santa Cristina/Otíñar al ser esposa del que fuera propietario de la Hacienda Santa Cristina e importante político de la época, Rafael Martínez Nieto. Enterramiento, por cierto, que hoy día es identificable y está situado en los nichos del panteón familiar que tenían los antiguos dueños de la finca, concretamente el situado arriba a la izquierda en cuya inscripción reza "Tu esposa y tu madre", en alusión a María Serrano Pérez, esposa del citado Rafael Martínez, y a Mª Dulcenombre Nieto Cañada, madre del antedicho, la cual falleció en Jaén en 1902 y fue enterrada en Santa Cristina. Tenemos aquí por tanto un caso en el que una señora fallece en Jaén, su sepelio y entierro tiene lugar en Santa Cristina, y su lápida es perfectamente identificable.

Registro del cementerio de Jaén de Dulcenombre Callejón
B) Otro caso es el de Dulcenombre Callejón Quesada, casada, hija de Juan José y Mercedes, la cual falleció el 10 de mayo de 1907 en una casería de Puerto Alto y cuyo funeral se realizó y quedó registrado en la parroquia de Santa Cristina. No obstante, pese a esa situación y contrariamente a lo que aparece en el listado, esta señora tal cual reza en su acta de defunción y en el registro de enterramientos del antiguo cementerio municipal fue sepultada "en zanja" en el camposanto de la capital y no en Otíñar. Vemos aquí otro caso de señora que fallece cerca de Otíñar, su funeral es en Santa Cristina y se entierra en Jaén.

C) Seguimos con la niña Mercedes García Callejón, hija de Salvador y Eufrasia, y residente en la casería del Paisano (Puerto Alto), donde falleció en edad prematura el 12 de octubre de 1908, siendo su funeral al día siguiente en Santa Cristina, tras lo cual fue enterrada en una zanja en el antiguo cementerio de San Eufrasio, según consta en su acta de defunción y en el registro del cementerio. Otro caso por tanto de una persona fallecida que no fue enterrada en Otíñar, como aparece en el listado antedicho.

Registro del cementerio de Jaén de Antonio Rodríguez
D) Otro caso que nos encontramos en el listado es el del otiñero Antonio Rodríguez Aguilar, soltero, hijo de Juan Pablo y Mª Antonia, fallecido en las Eras de Santa Ana de Jaén, tras lo cual fue trasladado a Santa Cristina, donde residía junto a su familia, para que tuviera lugar su funeral. Pese a dicho traslado a su lugar de origen, su cadáver fue finalmente sepultado en el cementerio de Jaén en el "nicho nº 52 de la sección 3ª del patio 4º", según el registro de entrada al camposanto. Vemos aquí por tanto el caso de un otiñero fallecido y enterrado en Jaén, pese a que su funeral tuvo lugar en Santa Cristina.

E) Finalmente, entre otros muchos ejemplos, citamos el caso de la familiar de un servidor Dolores Garrido Gutiérrez, natural de Jamilena, casada, hija de Pedro y Ana, la cual residía en Puerto Alto cuando le alcanzó la muerte el 27 de abril de 1936. Debido a que Puerto Alto pertenecía a la parroquia de Santa Cristina su funeral o sepelio tuvo lugar en la parroquia otiñera, aunque su entierro no se realizó en el cementerio de allí sino en el antiguo de la ciudad de Jaén, concretamente en un nicho de adulto "del patio de San Juan".

Tumba cuidada del cementerio de
Otiñar fotografiada en 2014.
Aunque son muchos más los casos que podríamos tratar, una vez visto esto podemos comprobar la manipulación tremenda que se ha hecho con la memoria de estos difuntos, antepasados y familiares de muchos giennenses. Todo con el fin de justificar unos hechos que nunca tuvieron lugar, como fue la acción premeditada de hacer desaparecer las lápidas y cruces del cementerio de Otíñar, para supuestamente borrar la memoria de estas personas. Lápidas y cruces que precisamente no desaparecieron a consecuencia de ello si no más bien por el olvido que muchos de esos difuntos tuvieron en su día, aunque otros si siguieron manteniéndose. Pero en el caso de algunos de los casos citados esas sepulturas del listado jamás se encontrarán en Otíñar, sencilllamente por las misma no están allí sino en Jaén.

Tumba del cementerio de S. Eufrasio (Jaén)
Fuente: blog Bafomet.
Si aplicáramos el argumento demagógico de que los propietarios de la Hacienda Santa Cristina hicieron desaparecer esos signos de identificación de la sepulturas del cementerio de Otíñar, ¿a qué se debe el que actualmente en el viejo cementerio de San Eufrasio no encontremos identificados los enterramientos de muchas personas cuyo funeral tuvo lugar en Santa Cristina/Otíñar y aparecen en ese listado? Siguiendo la lógica que aplica la plataforma de Otíñar, igual los malvados "amos de Otíñar" se preocuparon en su día de ir a San Eufrasio (Jaén) a borrar esos elementos, si total ese abandono no es achacable a otras circunstancias. Lo que nos queda por ver. En definitiva podemos ver que en Otíñar no hay enterrados 242 personas como dice la plataforma de Otíñar sino muchísimas menos. Va siendo hora de que de una vez por todas la política y sus intereses salga de la historia del valle de Otíñar, para que conozcamos realmente el pasado de este valle de una forma limpia e imparcial, sin el afán de usarla y manipularla como arma arrojadiza contra aquellas personas y familias que hoy viven, trabajan en este valle, o las que en su día lo hicieron. ¡BASTA YA DE MANIPULAR LA HISTORIA DE TODOS!

José Carlos Gutiérrez Pérez



(1) Quizá esto ocurre con el Sr. Roldán quien sólo cuenta en ese cementerio con tres tatarabuelos y un tío finado en edad prematura (siete meses). Es curioso que leyendo su post dé a entender que no sepa donde están sus familiares en Otíñar, lo cual es lógico pues ¿cuántos de los que leen estas líneas saben la ubicación exacta de la tumba de sus tatarabuelos?, muy pocos desde luego. Incluso en mi familia tengo el caso de un tío paterno fallecido con apenas dos años del cual ni sus propios hermanos supieron nunca dónde se enterró, algo común hasta mediados del siglo pasado en muchos pueblos españoles.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Otíñar, un paraje lleno de errores y "topicazos" históricos (VI): el supuesto conflicto de símbolos


Una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante
Alejandro Casona (1903-1965), dramaturgo español


En este nuevo post dedicado a desmantelar ciertos errores y topicazos históricos sobre el valle de Otíñar, nuevamente, traemos a colación la historia del valle en el siglo XX, y su intento de manipular su memoria histórica por unos pocos. Citando a mi buen amigo e historiador Manolo Fernández “si quieres cambiar el futuro, estudia el pasado…, pero no me cambies el pasado, pues sería engañarnos…”, todo en pos de una ficticia nostalgia de cualquier pasado, que como también dice Manolo Fernández “es legítima (…) en las películas personales de cada cual (…). Pero esa nostalgia deja de ser cosa personal, cuando afecta al presente. Y lo afecta de muchas formas, y la principal es la evasión al pasado que ofrece, postergando la intervención en el aquí y ahora”. En definitiva, desde la tarea que realizamos los historiadores nuestra verdadera labor es hacer efectiva la famosa de frase del poeta romántico inglés, Lord Byron, que dice: “El mejor profeta del futuro es el pasado”.

En el post anterior ya hablamos de una verdadera manipulación histórica cuando por parte de la llamada plataforma de Otíñar, se presentaba un informe a la Dirección General de Memoria Democrática de la Junta de Andalucía, firmado por su miembro Narciso Zafra de la Torre, en el que se venía a decir afirmaciones quiméricas e indocumentadas, como que el que fuera propietario de la Hacienda Santa Cristina tuvo implicación e incluso posible autoría en el bombardeo franquista de la ciudad de Jaén en 1937, que la denominación “Hacienda Santa Cristina” fue un invento de dicho propietario en la posguerra, o la presencia de un supuesto batallón o compañía en Santa Cristina tras la guerra con el objetivo de amedrentar y atemorizar a los colonos allí residentes (véase post anterior). En esta líneas hablaremos y seguiremos comentando el antedicho informe, en lo que en el mismo se titula “conflicto de símbolos”, donde hace especial mención a aspectos toponímicos y gentilicios.

Valle de Otíñar y parajes de las Vegas Altas
y Fuente de la Olivillla, desde el castillo.
Respecto al argumento que Zafra de la Torre ofrece sobre el supuesto conflicto entre la comunidad campesina y la propiedad latifundista y su reflejo en la toponimia, hay que indicar que el mismo en muchas partes no posee rigor histórico alguno ni está contrastado con fuentes documentales, pues sencillamente ni se citan, estando basado por lo tanto en la opinión subjetiva que este investigador tiene sobre lo que pudo haber pasado. Pese a no estar documentado, este tema es tomado por algunas personas, como el presidente de la plataforma de Otíñar, Juan Carlos Roldán, como una verdad absoluta, repitiendo la misma en diferentes medios de comunicación, lo cual hace que dicho error o quimera se expanda aún más.

Pasando a comentar lo expuesto por Zafra de la Torre, hay que indicar que no es cierto, como se señala en el escrito, que en 1824 la Corona desamortizara el paraje de Otíñar, pues queda demostrado que este pasó a manos privadas en 1827 y no antes. No siendo cierto tampoco que en 1845 no se cumplieran las condiciones establecidas por la Corona al fundador de Santa Cristina, que estaban basadas en la construcción de la aldea colonial y el establecimiento de quince familias, pues hay sobrada documentación que demuestra que desde la década de 1830 el núcleo de Santa Cristina ya existía como tal y estaba habitado por diferentes familias de colonos, como puede observarse en el padrón de vecinos de Otíñar de 1840.

Asimismo la justificación que ofrece al respecto, basada, primero en que los límites de la aldea eran los de una propiedad latifundista, dando a entender que no se cumplió con lo establecido con la Corona al no constituirse una aldea libre, y segundo en que, sin embargo, sí se convirtió en una propiedad latifundista en la cual la relación entre colonos y propietarios era meramente contractual al arrendarse casa, tierras, etc., no está contrastada con las fuentes y contexto histórico en que se desarrolló la colonización del valle de Otíñar en el s. XIX, como ya comentamos en un post anterior.

Trabajos agronómicos-catastrales de 1901. Fuente: AHPJ.
Igualmente, si apuntamos un poco más al respecto, cabe decir que cuando el fundador de Santa Cristina adquirió los terrenos que conformaron el heredamiento de Santa Cristina, éstos fueron vendidos por el Ayuntamiento de Jaén en 1827 a censo reservativo lo que suponía, según recogió incluso posteriormente el primer Código Civil, que a partir de ese momento los mismos pasaban al comprador en pleno dominio, teniendo éste que cumplir con lo mandado por la Corona (reconstrucción de Otíñar/construcción de Santa Cristina) y obligándose a pagar anualmente un canon, que finalizaría cuando se pagara el último plazo de la cantidad en que fue tasada la venta, 153.207 reales y 12 maravedíes, lo cual finalmente se hizo. Ante esto es lógico que en Santa Cristina no encontremos los elementos típicos de una población normal como son el contar con un término municipal propio, un concejo e instituciones municipales, así como la administración de justicia en primera instancia, pese a que la misma se le conocía como villa de Santa Cristina, título honorífico (no condición de iure) que le dio en 1831 la entonces reina consorte Mª Cristina de Borbón, tal cual recoge el diccionario de Pascual Madoz (1847). De hecho, la única figura de carácter concejil que se dará en Santa Cristina será la de un alcalde pedáneo o de barrio, la cual encontramos a partir del último tercio del siglo XIX, a raíz de la Ley Municipal de 1870, modificada posteriormente durante la Restauración, en cuyo artículo 34 se obligaba a que los espacios de población apartados del casco urbano contaran con esa figura, sin distinguir en que los mismos fueran aldeas o cortijadas, como ocurre, por ejemplo, en el caso de la cortijada de Lendínez (Torredonjimeno, Jaén), donde encontramos la figura de un alcalde pedáneo.

Vegas de Otíñar y paraje de las Alcandoras.
Tampoco tiene sentido ni está basado en documentación alguna el argumento que se ofrece sobre cómo de una relación contractual entre colono y fundador al poco tiempo de fundarse Santa Cristina, pasadas dos generaciones, dicho modelo cambia debido a que los vínculos de parentesco y vecindad otorgan a las nuevas generaciones de colonos otiñeros derechos sobre determinadas tierras, ya no solo por contrato, sino por la costumbre y el reconocimiento de los convecinos, lo que llevó a un conflicto por resistirse al dominio absoluto de la propiedad sobre la tierra que duró hasta la Guerra Civil. Como decimos esta interpretación interesada de la Historia no se corresponde con la realidad, pues tanto entonces como ahora los derechos sobre el uso y disfrute de un bien arrendado se dan mientras existe una relación contractual, la cual termina cuando una o ambas partes lo acuerdan, o se renueva cuando ambas partes están de acuerdo en ello. Ante esto, y sumado, como señalamos en otro post, a que en Santa Cristina se daba un modelo productivista y lucrativo, fue muy común que muchos colonos arrendatarios o aparceros de Santa Cristina, una vez conseguían prosperar y ganar dinero, marcharan a otros lugares donde invertían lo ganado en tierras y casa propias, como, por ejemplo, fue el caso muchos miembros de la familia Pareja, colonos valdepeñeros asentados en Santa Cristina desde su fundación, los cuales pasaron a residir a Los Villares a finales del siglo XIX, donde contaban con vínculos familiares. Igualmente podríamos citar el caso del que fuera colono Cándido Chica Buitrago (tío paterno de Juan A. Chica, alcalde  pedáneo socialista accidental de Santa Cristina durante la Guerra Civil), que en 1955 era propietario en el paraje de Puerto Alto del llamado Cortijo de Cándido, colindante con la Hacienda Santa Cristina. En dicho lugar este otiñero poseía una propiedad bastante amplia, con unas 103 ha. de tierra, de las que 25 eran de olivar, 75 de pasto y 3 de pinar, además de otras 75,15 ha. de tierra de pasto en el paraje de la Merced, colindante con el anterior terreno, que hoy día siguen disfrutando sus descendientes.

En otro orden de cosas y siguiendo con el comentario del trabajo que hace Narciso Zafra, no es cierto el argumento y reflexión que ofrece sobre el uso de los topónimos Otíñar y Santa Cristina, pues si bien como dice el paraje y antigua aldea se conocía y conoce indistintamente como Otíñar o Santa Cristina, según vemos en la documentación, el gentilicio que siempre han tenido los colonos o personas residentes en el valle fue el de otiñeros, no siendo éste jamás sustituido por el de santacristinenses, sencillamente porque dicho gentilicio nunca existió, ello es pura invención de Zafra de la Torre.

En este sentido tampoco es cierto el argumento que viene a decir que el topónimo preferido por los propietarios y administraciones fue el de Santa Cristina, mientras que el tradicional de Otíñar era usado por los vecinos de la aldea, siendo según Zafra de la Torre un elemento de resistencia frente a la propiedad latifundista. No entendemos a qué se debe dicho argumento pues desde luego no está basado en documentación alguna, ya que ésta ofrece precisamente una realidad distinta, pues vemos que desde la fundación de Santa Cristina hasta la actualidad los topónimos Otíñar y Santa Cristina han venido usándose indistintamente tanto por los propietarios[1], como por los colonos y administraciones públicas. Sirva como ejemplo un documento dirigido por el antiguo propietario José Rodríguez de Cueto a Confederación Hidrográfica del Guadalquivir donde hace mención a la “aldea de Otiñar” (véase post anterior).

Recibo de 1936 firmado por el alcalde pedáneo, Manuel Sutil.
Como ya señalamos en post anteriores, no podemos considerar tampoco como argumento sustentado, pues es una manipulación absoluta, el que se ofrece sobre el cambio de nombre de la aldea y que, según Zafra de la Torre, se da tras la Guerra Civil en que la propiedad “pasa oficialmente de ser Aldea de Otíñar a Hacienda Santa Cristina”, con lo cual se intenta legitimar, según él, la privatización de la zona y convertir a la comunidad campesina en jornaleros eventuales que trabajan en un latifundio. Comunidad que, prosigue diciendo, se desintegrará como parte del proceso de destrucción de la misma. Al respecto de esto, comentar nuevamente que desde su origen en 1827, Santa Cristina surge como una colonia agrícola o hacienda en virtud de las políticas colonizadoras de matiz liberal de principios del siglo XIX, tal y como hemos comentado ya, razón por la cual una vez se inscribe por primera vez en el Registro de la Propiedad en 1876 se describe la misma como “Una finca o heredamiento llamado de Otíñar situado en la Sierra de Jaén término de esta capital”. Recordemos que según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, un heredamiento consiste en una hacienda de campo. Pero, no obstante, el término hacienda para referirse a la propiedad ya se venía usando en el siglo XIX, como se ve, por ejemplo, en un protocolo notarial de 1876 donde se dice: “la mitad de los productos líquidos de la hacienda o heredamiento llamado de Santa Cristina ó Otiñar”. Pero es más incluso en varios recibos realizados al poco de iniciarse la Guerra Civil, algunos de ellos firmados por el entonces alcalde pedáneo socialista de Santa Cristina, D. Manuel Sutil Mata, se indica claramente "Hacienda Santa Cristina".

Tampoco resulta en este sentido un argumento de peso, el que se ofrece sobre la denominación que se daba a casas y tierras por parte de los colonos y sus descendientes, y que a consecuencia de ello los propietarios vieran como los derechos de apropiación y explotación de las familias arrendatarias limitaran los suyos, pues generalmente dichas denominaciones eran efímeras y su durabilidad empezaba y terminaba mientras las personas arrendatarias a las que hacía referencia vivían o pasaban pocos años de su muerte, cosa que ocurre en diferentes espacios agrícolas españoles. De hecho, si analizamos la documentación del valle desde el siglo XV podemos ver esa evolución toponímica y nominal en algunos casos se ha mantenido, en otros se ha modificado y en otros ha cambiado. Sirva como ejemplo el caso que indica Narciso Zafra sobre la llamada “Casa de Tía Virginia”[2], en alusión a su tía abuela paterna Virginia Buitrago Ramírez, nombre éste que se daba en el ámbito familiar, no aldeano, y que terminaría cuando Virginia Buitrago dejó de residir en dicha casa. Igual ocurrió con las diferentes suertes de tierra o espacios agrícolas donde los nombres fueron cambiando desde la fundación (según se observa en diferentes escrituras de arrendamiento) hasta la actualidad en que es posible que la nueva propiedad haya dado nuevos nombres a dichos espacios, conservando otros que se han venido dando desde la fundación de Santa Cristina, como el Hoyón, la Rinconada, Barranco de los Neveros, etc. Asimismo, resulta cuanto menos casi ingenuo lo apuntado por Zafra de la Torre cuando indica que como elemento de rebeldía los otiñeros no iban, por ejemplo, a la Calle de D. Jacinto Cañada, nº 12, sino a la Casa de Tía Virginia. Inaudito, pues no creo que cualquier persona, antes y ahora, a la hora de ir a casa de sus abuelos diga que va a la “Calle Nueva, nº 1” o en una declaración de bienes señale “Casa del abuelo Francisco” en lugar de “Calle Llana, nº 7”, como signo de rebeldía contra el sistema.

Plano de Santa Cristina realizado en 1888. Fuente: IEG.
Otro ejemplo de argumento erróneo históricamente que se ofrece sobre este aspecto es el que señala que hasta 1893 las calles de Santa Cristina se llamaban San Fernando y Virgen de las Mercedes, pasando a llamarse de calle de Don Jacinto Cañada y Plaza de Don Juan Antonio Martínez, lo cual es falso pues si bien en 1840 la calle principal se llamaba de San Fernando y la Plaza de la Constitución, en un plano realizado en 1888 por el ingeniero militar Luis Berges, se indicaba que ya entonces la calle principal era de Don Jacinto Cañada y la Plaza de Santa Cristina, pasando ésta a estar dedicada al que fuera propietario Don Juan Antonio Martínez, seguramente tras la muerte de éste en diciembre de 1888. Entendemos que quizá ello se deba a un lapsus. Tampoco es cierto que con ello se intentara remarcar el dominio privado sobre espacios de supuesto uso público, pues volvemos a reiterar que Santa Cristina surgió como una aldea colonial privada o particular, en la cual evidentemente el nombre del callejero era puesto por la propiedad y no por ninguna autoridad pública.

Como vemos la historia del valle de Otíñar sigue estando por escribir, pero esa historia, que sirve para conocer más y mejor su patrimonio, debe hacerse partiendo de un método y desde las fuentes documentales, principalmente, pues de lo contrario su redacción caería dentro del subjetivismo, hecho éste muy peligroso, pues la historia sería un campo abierto para la manipulación de cara a justificar un determinado interés. Ello nos devuelve a la frase de Manolo Fernández que citábamos al inicio de este post: “si quieres cambiar el futuro, estudia el pasado…, pero no me cambies el pasado, pues sería engañarnos…”.


José Carlos Gutiérrez Pérez




                [1] En la propia hoja de servicio de José Rodríguez de Cueto se indica varias veces que se le dé licencia por enfermedad para ir a “Otiña”. De igual forma en su acta de defunción consta que su enterramiento debía de ser en “Otíñar”. Hoja de Servicios de José Rodríguez de Cueto conservada en el Archivo General Militar de Segovia.
                [2] Recordar que muchas de las referencias toponímicas que se citan aquí y que Narciso Zafra recoge en un artículo, no son las que usaba la generalidad de los otiñeros, sino que más bien obedecen a las que usaba su padre, D. Cándido Zafra Buitrago, persona conocedora del valle que ayudó a Narciso en la elaboración de sus investigaciones sobre el mismo. Ello se refleja muy bien en algunos topónimos como “Casa de Tía Virginia” (Virginia Buitrago Ramírez, tía materna de D. Candido), Rotura del Tío Juan María (Juan María Ramírez, familiar por línea materna de D. Cándido), etc. Véase: Zafra de la Torre, N. (2004): «Nombrar, apropiar. Arqueología del paisaje y toponimia en la aldea de Otíñar (Jaén), (1300-2000 DNE)». Arqueología y Territorio Medieval, 13.2. Jaén, pp. 23-58